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Conversamos con Fermín Muguruza, que llega a Montevideo junto a Albert Pla y Raül Fernández para presentar el espectáculo multimedia “Guerra”.
Fermín Muguruza llegará a Montevideo el 17 de mayo, junto a Albert Pla y Raül Fernández, para presentar Guerra, un espectáculo multimedia (o multimierda, como gustan decir sus intérpretes), con iguales dosis de shock y humor negro.
Pero no es la primera vez que visita Uruguay. Ya lleva varios sellos en Migraciones desde aquel desembarco en 1994, con el humo de la tragedia del Filtro todavía sin disipar, al frente de Negu Gorriak y con las canciones de Borreroak Baditu Milaka Aurpegi como caballito de batalla.
Y esa vez tampoco fue la primera, porque Fermín ya había llegado antes y era un viejo conocido, cuando su voz cruzó el océano en la segunda mitad de los 80, en cassettes copiados de cassettes copiados. Kortatu, su banda de entonces, lo más parecido a un equivalente a The Clash que parió el estado español, sirvió de referencia e inspiración a un minúsculo pero revoltoso grupo de iniciados en esta parte del mundo.
Desde siempre, Fermín Muguruza puso su música (punk, hardcore, ska, reggae, drumnbass, lo que fuera), al servicio de sus letras, atentas a la realidad, reflexivas, peleadoras como pocas.
Vasco, de izquierda, abertzale, internacionalista, Muguruza cree que su misión en el mundo es joder a los poderosos, aunque está seguro de que le tocará también, en un futuro más o menos lejano, ser testigo y cronista de nuevos cambios sociales.
«He tenido en el último tiempo una explosión creativa», dice, desde su casa en Euskadi, la víspera de su partida a Colombia, para presentar la novela gráfica Black is Beltza, que hizo junto a Jorge Alderete, y retornar a Madrid, donde exhibirán su cinta Nola?, documental sobre la Nueva Orleans pos Katrina, y volver a subir a un avión que lo deposite, ahora sí, con toda la compañía, en Sudamérica.*
Volviste a actuar en Madrid, donde estás prohibido…
Sí, doce años vetado en Madrid. Fue en 2004, cuando actué en un concierto el día que se estaban casando los actuales reyes; se armó un grandísimo quilombo. Nos denunciaron, denunciaron a los organizadores del concierto. Fue un momento muy duro, y a partir de ahí, como estuvo gobernando siempre el Partido Popular, que es un partido de extrema derecha al estilo del Frente Nacional, y además franquista, a mí me tuvo vetado. A mí y a y a otros grupos vascos como Soziedad Alkoholika, y cada vez que intentaba ir a actuar salían a protestar y denunciar. Sin embargo ahora, con el cambio político que ha habido en Madrid, hemos podido anunciar un concierto para el 30 de junio, aunque ya salió el Partido Popular protestando, con todo su engranaje. De momento no se ha caído ese concierto, ya hemos estado actuando ocho días seguidos con Guerra, y es increíble la acogida que hemos tenido. Muy emocionante para mí después de doce años. Ya había hecho varias acciones directas en casas ocupadas de Madrid, siempre sin anunciar. Pero no una cosa como esta de Guerra, y además con Albert Pla, que es una persona muy polémica y poco bienvenida en algunos lugares donde no son amantes de la libre expresión.
Luchando, perseverando, diciendo que no nos pueden callar es como se consiguen las cosas. En este momento estoy pudiendo volver a Madrid, no sin problemas, pero estoy pudiendo actuar.
Llevás más de 30 años batallando por las mismas cosas: la libertad de expresión, el derecho a la autodeterminación…
Sí. En Uruguay es bien conocido todo esto. Si bien ya he estado varias veces allí, en 1994 se nos prohibió un concierto en Montevideo [con Negu Gorriak]. Llegamos justo a la semana de todas las manifestaciones del [Hospital] Filtro, con todos sus muertos, defendiendo el derecho de los vascos a quedarse en Uruguay. Y llegamos en ese momento de tumulto, tan doloroso pero también tan revolucionario, con la gente en la calle… pero también conseguimos burlar la censura, porque la gente organizó un concierto clandestino en Pando, esa ciudad tan emblemática. Y tocamos allí con Todos Tus Muertos [y con los locales de La Celda], en un concierto muy mítico para todos los que estuvieron. Y siempre que estoy volviendo me lo siguen recordando. Por eso me gusta ir cada vez que tengo algo nuevo que mostrar, la versión no oficial de las cosas, que a algunos molesta.
Recién nombraste al Frente Nacional de Francia, y a diario vemos la reacción que muchos tienen en Europa hacia los migrantes, más aún después de los atentados yihadistas de París y Bruselas… ¿Hay un resurgimiento del fascismo en Europa?
Sí, no hay que olvidar que el cambio de gobierno fue en Madrid, y en España sigue gobernando el Partido Popular. Ojalá que en las próximas elecciones algo cambie, pero el Partido Popular sigue supeditado a la política de la Unión Europea, que es completamente de extrema derecha. Acaba de llegar Obama a felicitar a Merkel, diciéndole que esta nueva política de cerrar las fronteras está bien, y que algún día la historia le dará la razón. Es vergonzoso. Es algo muy ofensivo, que provoca mucha rabia. Cómo se ha manipulado todo lo que tiene que ver con la guerra en Oriente Medio, el tema de Siria, la creación del ISIS, que se está destapando que, de la misma manera que Estados Unidos creó, armó, financió e instruyó a Al Qaeda para debilitar al bloque soviético en los 80, han hecho ahora con ISIS. Se está sacando a relucir cómo los servicios de inteligencia turcos, pagados por Israel y la Unión Europea han sido los que han instruido a ISIS y han comprado incluso el petróleo que le robaron a Siria. Y de pronto están todos esos millones de refugiados, y la Unión Europea crea vallas, muros. Es una barbarie. Y es algo muy conocido por nosotros. Todos los europeos venimos de la Segunda Guerra Mundial, aquí tuvimos la Guerra Civil, con tanto vasco, tanto catalán, tanto republicano refugiado. Y de repente ahora nosotros no podemos alojar a todos esos refugiados, cuando el nivel de riqueza acumulada en pocas manos es insultante.
Los vascos y ahora también los catalanes, ¿son el chivo expiatorio del Gobierno español, el enemigo interno a controlar?
De alguna manera se destaparon, se les cayó la careta. En una entrevista que dio hace muy poquito Juan Carlos, el anterior rey, comentaba que Franco le dijo: «ante todo tiene una misión: que no se rompa España». Esa obsesión que han tenido siempre por tener a los vascos y los catalanes, que son dos naciones diferenciadas, supeditados, que queden atados y bien atados. En Europa hemos tenido hace nada el ejemplo de Escocia, con su referéndum de autodeterminación. Votaron por no separarse del Reino Unido, pero pudieron votar, pudieron decidir en democracia. Un derecho a autodeterminación que desde hace mucho tiempo algunos partidos defendían, y ahora, por primera vez, lo está planteando un grupo parlamentario a nivel español, Podemos, el derecho a autodeterminación. Ellos no quieren que nosotros nos separemos, pero sí que se vote, que podamos decidir. Ante eso el Partido Popular utiliza toda su artillería pesada, e incluso uno de los artículos de esa constitución que se hizo para contentar a los militares que venían del franquismo, en la que se decía que el garante de la unión de España es el Ejército español. Todo eso es fascista, autoritario, y siempre nos hemos rebelado contra eso, contra esa maldita transición y transacción política y económica. Estamos defendiendo que podamos decidir. Y si no nos van a dejar decidir, vamos a declarar la independencia de manera unilateral, como está ocurriendo con Cataluña. Ellos le llaman desconexión. Ojalá el futuro gobierno español decidiera que se pueda hacer un referéndum de autodeterminación.
Hablemos de Guerra, que plantea las contradicciones de las misiones de paz…
Esos grandes oxímoron, como guerra humanitaria. Es el gran negocio de la guerra. Hablamos de que todos queremos la paz, y no es cierto. Por eso quisimos hacer una obra de teatro en la que pudiéramos reírnos de nosotros mismos. Utilizar el humor, el cinismo, el sarcasmo, pero a partir de un momento dejar en claro qué es lo que pensamos. Y queríamos usar esos juegos de palabras, mostrar cómo es esa dialéctica del engaño. Desde los aparatos del sistema, desde el poder, no solamente se establecen elementos de control, de vigilancia e incluso de castigo. Hablamos mucho de [Michel] Foucault, de las torres panópticas, de la instalación del miedo, sobre todo. En ese sentido queríamos hacer algo que impactara. A nosotros nos impactan las noticias, el saber qué es lo que está pasando aquí al lado de casa y cómo condiciona nuestra vida. Ser conscientes de que no todo el mundo quiere la paz, de que hay muchos intereses, a los que les va muy bien y están a favor de esas guerras, que dan suculentos beneficios, especialmente a la industria armamentista, derivada de ese capitalismo salvaje en el que vivimos, que necesita guerras. Nuevos mercados para esas guerras. Y que necesita la reconstrucción de esas ciudades que destruye tras sus invasiones. Aplicar la doctrina del shock, como había dicho antes Naomi Klein. Queríamos hacer un espectáculo en que la gente se divierta, se ría, pero que, en un momento, empiece a darse cuenta del cargo de conciencia que le está rompiendo la cabeza poco a poco. Y que le sirva para pensar, criticar, ser consciente de lo que está pasando. Ser una persona activa, y no simplemente un espectador.
Pienso en aquello de «La guerra es la paz», del 1984 de George Orwell, y recuerdo que hace poco vos y Albert comparaban esa foto del cumpleaños de Mario Vargas Llosa con los cerdos de Rebelión en la granja, también de una manera muy orwelliana…
Es que esta es una obra de teatro en la que hemos ido incluyendo cuestiones de actualidad, que tiene un elemento audiovisual muy innovador, tiene el elemento dramatúrgico, elementos del musical, elementos cinematográficos. Por eso fuimos a ver mucho homenaje, especialmente a las películas de género bélico, anti militaristas. Stanley Kubrik con la gran película de guerra que es Apocalipsis Now. A todo esto hacemos referencia. Pero claro, llegamos a Madrid, y el día anterior había sido el cumpleaños de Vargas Llosa. Y ahí vimos cómo se juntaban todos los poderosos, la gente que domina este planeta. Entre ellos estaban los banqueros, militares, el ex presidente de Colombia Álvaro Uribe, crítico con el proceso de paz…
Y estaba Luis Alberto Lacalle, presidente de Uruguay cuando los sucesos del Filtro…
Efectivamente… Y además, con todos estos, Felipe González y José María Aznar, y los directores de los grandes grupos de los medios de comunicación. Todos sonriéndose y tocándose el culito. Y esa era la gran noticia en todos los telediarios. El cumpleaños de Vargas Llosa, la aristocracia mezclada con las letras. Y ahí dijimos «no estamos invitados a su fiesta: la guerra de clases sigue en pie». Lo que ocurre es que caemos en diferentes trampas y no nos damos cuenta, nos estamos comiendo toda esa lujuria. Albert decía que es como si de repente nosotros estuviéramos viendo a esos cerdos parados en dos patas. Ya lo observó Foucault, y [Antonio] Gramsci también. Y Orwell. Cuando nosotros hablamos de la torre panóptica hablamos también del Gran Hermano controlándolo todo. Y ahí está también el papel que representa nuestro amigo Raül Fernández, que es el dios mercado, que parece que fuera algo intangible, cuando en realidad sabemos que en cada país son los grupos que marcan los índices de beneficio y los que marcan los recortes y marcan la agenda política…
Él es el verdadero gobierno…
Sí, en España se llama Ibex 35, las 35 empresas más poderosas económicamente hablando. Cada país tiene su grupo. Pero también vamos más allá, e intentamos que la gente reflexione sobre esos mecanismos de poder, para que se mantenga el poder se tienen que reproducir esos micropoderes. Ya sea desde la familia, en la que el padre tiene que mandar, donde tiene que haber un patriarcado, en la escuela, donde es el profesor el que manda, en la cárcel, donde manda el carcelero, e incluso en los hospitales psiquiátricos. Con esta obra queremos crear conciencia, y que sirva para nosotros como un desahogo. Nosotros necesitamos también tener esa explosión de rabia. Soltarla, escupirla y compartirla con el público que venga a verla, y que el público también la suelte al verla. Era muy importante para nosotros poder llegar con todo este esfuerzo a Sudamérica, porque sabemos que podrán entenderla perfectamente.
No puedo dejar de recordar aquello de que «aunque esté todo perdido siempre queda molestar» [«Equilibrio», El estado de las cosas, Kortatu, 1986]
Más que la victoria, a nosotros quizás nos toque joder. Y se van a joder. Se van a enterar. Vamos a ser incómodos. Sabemos que vamos a ser incómodos porque nos intentan censurar. Realmente les molesta. Si no, no se tomarían ni siquiera la molestia. Somos gente incómoda, y nos enorgullecemos de eso. Sabemos dónde les duele, vamos a tocarles ahí. Que se entere la gente. Vamos a decir «el rey está desnudo».
¿En qué momento dejamos de ver la guerra y empezamos a caer en esas trampas? 30 años atrás el enemigo estaba más claro. Hoy encendemos el televisor y da lo mismo la crisis de los refugiados que el derbi de Barcelona…
Sí. De hecho hay un momento en la obra de teatro en que mencionamos el fútbol. Imagina qué importancia ha tenido en nuestro país y en Latinoamérica, pero tenemos que hablar de todas las trampas. De todo ese tipo de anestesias, de drogas. Ya sea a través del engaño, de la hipnosis, de todo tipo de drogas artificiales, a través de los medios de comunicación, continuamente creando nuevos mensajes. Ya no es importante la realidad. La realidad se construye. Lo importante es la versión de los hechos. De esta manera se nos va anestesiando contínuamente. Si antes hablábamos de la Iglesia como el opio de los pueblos, ahora tenemos un montón de iglesias distintas. La religión del fútbol, de todo tipo de trampas de la sociedad del bienestar, del consumo. Consume más, viaja a los paraísos turísticos, compra, compra contínuamente. Ese bombardeo de estar contínuamente hiperestimulado por la mensajería. Tú dirás: «Yo ya lo sé»; sí, pero seamos conscientes de nuevo. Démonos cuenta juntos de todo el engaño. Es normal caer en la enfermedad del escepticismo, decir: «Bueno, no voy a estar filtrando permanentemente las imágenes que me están enviando».
Alguien nos decía el otro día que hacíamos teatro político, o que nuestra música es política. No, no, no. Espera… Aquí todo es político. Yo he estado mirando The wire, que me encantó, pero los protagonistas son los policías. ¡Cuidado! Todas estas películas de Harrison Ford, que hace de miembro de la CIA, nos están metiendo, poco a poco, dosis de eso. Desde niños. Todo lo que es producto de Disney, y que ponemos a los niños para que nos dejen un rato tranquilos… Les estamos dando de mamar capitalismo. Eso es lo que está ocurriendo en los últimos años. Esas son las armas de distracción masiva.
Así que solo nos queda joder…
No es que yo sea derrotista, pero estamos en un momento jodido. Mucha gente dice: «No se puede hacer nada contra eso». Y no, espérate. Siempre queda molestar, pero no solamente eso, sino que queda crear conciencia y buscar nuevas recetas. Sabemos de una infalible, que es la huelga general. Cuando nosotros paramos, lo paramos todo. Desde nuestra generación resistimos, dijimos: «No estamos de acuerdo». Nunca nos dimos por vencidos. ¿Cómo transmitimos eso a las siguientes generaciones? Cada uno a través de su propio trabajo. Nosotros a través de la creación. La música, el teatro, las novelas gráficas. El trabajo que desarrolla Albert con sus libros. Eso es lo que a nosotros nos toca. Seguimos resistiendo. Nunca nos rendimos. Y a partir de ahí, ser conscientes de que es preciso organizarse para hacer la huelga general que lo paraliza todo. Establecer todos esos vínculos de organización, de encuentro. Todo se va a tener que volver a dar. Y se dará. Probablemente seamos testigos y cronistas de nuevas batallas.
Volver a establecer vínculos de organización en tiempos de redes sociales; ya hablabas de esto en In-komunikazioa (2002)
Imagínate, yo en «Incomunicación» estaba hablando de los teléfonos móviles, cuando estaban comenzando. Ya estaba hablando del problema de la incomunicación. Y es verdad. Contínuamente se nos ofrecen distintos artefactos para que estemos todo el tiempo conectados. El creador de Facebook [Mark Zuckerberg] decía el otro día que quedan millones de personas en el mundo sin conexión a internet, que no tienen acceso a los móviles. Y lo que está proponiendo en realidad es más mercado. Y no nos damos cuenta. Estamos todo el tiempo absorbiendo el mensaje. La incomunicación es un problema cada vez más grande. Contínuamente parece que estás hipercomunicado, tienes que estar en todas las redes sociales, siempre respondiendo… Esa dependencia es una esclavitud. Por el otro lado, creo que las redes también son una herramienta importante para la agitación y la propaganda. En un momento tuvimos ese prejuicio con internet, y luego nos dimos cuenta de que era una herramienta interesante. Lo mismo ocurre hoy con las redes sociales. Tenemos que ser conscientes de que vivimos bajo ese imperio de los datos, de la vigilancia que han constituido Amazon, Apple, Facebook, Microsoft y Google, aliadas con los servicios de inteligencia y con las grandes marcas comerciales.
Otra vez Orwell y su Gran Hermano
Volvemos a Orwell. Otra vez.
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