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En 2018, Francia cerró los pasos fronterizos con Euskadi en la zona del Bidasoa. Un control migratorio que buscó su justificación en el aumento de atentados terroristas que hizo que las aguas del río vasco se convirtieran en un pequeño Mediterráneo. Solo en el año 2021, 10 personas perdieron la vida intentando cruzar esa frontera. Siete en las aguas del río, otras tres arrolladas por un tren. Ninguna de ellas abrió telediarios ni portadas de periódico. En un mundo donde los muertos en el mar se cuentan por centenas, ellos era casi una nota al pie. No eran ni un número, ni un breve de la última página de la sección de sucesos.
Para Fermín Muguruza son mucho más que eso. Son personas con nombre, apellidos, edad y sueños. Él les pone rostro y cuenta su historia en el documental Bidasoa 2018-2023, un trabajo que se ha presentado en el Festival de San Sebastián y en el que busca poner el foco en una frontera que tiene menos peso aún en las palabras de los políticos. Gracias a la animación, revive a aquellos que perdieron la vida en la frontera del Bidasoa, pero también cuenta la labor de las asociaciones Harrera Sarea (Red de acogida) y Bidasoa Etorkinekin (El Bidasoa con los migrantes).
La idea de su trabajo es que dejemos de pensar en términos de muerte cuando se mencionan palabras como Mediterráneo y Bidasoa. “Es una de las consignas que había. Que esto no sea un Mediterráneo, pero en el sentido precisamente de que identificamos Mediterráneo con fosa común, que es lo que nosotros estamos intentando desmontar. Eso ha sido una manipulación de muchos medios de comunicación. Aquí hablan del río que mata, de la trampa mortal. Vamos a intentar quitarnos eso”, cuenta y pide que mejor la gente piense en la canción de Serrat que en las muertes que pesan sobre el mar.
Un filme lleno de música, de citas a Baroja y a Saramago, que cuenta que todos somos migrantes, y que aquel lugar debería ser de unión entre pueblos, no una zona separada por una frontera creada para impedir la llegada de gente. La primera muerte no fue en las aguas del Bidasoa, sino la de un “chaval de Eritrea que es expulsado por la policía francesa más de dos veces”. “El chaval llega y decide suicidarse. Se ahorca ahí, mirando a Hendaya”, dice Muguruza que, en su película, compara la tragedia con la canción de Billie Holliday Strange Fruit, que hablaba de los esclavos negros ahorcados en EEUU.
Para cambiar el relato hace falta cambiar el lenguaje, y para eso hace falta que haya un cambio en los medios: “Los medios de comunicación están supeditados a los grandes grupos a los que pertenecen, y cuesta mucho desmontar esos discursos que se van repitiendo. Lo del río que mata es que lo llevamos cinco años escuchando. Lo de la trampa mortal lo dicen hasta los medios de izquierda. Y no son solo los medios, son también las redes sociales. Opinadores que están comprados por diferentes partidos. Estamos hablando de todo un conglomerado en el que para mí tiene mucha importancia lo que serían los trabajadores de la cultura. Yo soy un trabajador de la cultura y por eso necesitaba hacer este documental”.
La inacción de Francia y España se materializa en forma del puente de la Avenida que une Irún con Hendaya y que “sigue estando cerrado. El Puente Avenida fue por donde tuvo que huir el 80% de la población de Irún cuando llegaron los fascistas y se fueron a Hendaya. Es un puente histórico y lo tenemos cerrado a cal y canto. Los alcaldes han pedido miles de veces que se abra. Bueno, pues lo abrieron el día del Tour de Francia. Nadie se enteró. Hubo fotos de los dos alcaldes celebrando que se había abierto, y al día siguiente, a las seis de la mañana, lo estaban cerrando otra vez con vallas y está cerrado ahora mismo”.
Motivos que le hacen pensar que “es muy difícil transmitir algo positivo cuando la impotencia y la humillación a la que nos están sometiendo es algo que no se puede soportar”. “Pero es que encima la policía española también está colaborando. Se publicó en el Diario Vasco. Se descubrió que el cabeza de la Policía Nacional Española de Irún daba días libres y sobresueldo a todos los demás policías que estaban en la frontera según cuántos migrantes iban cazando. Y eso ha salido aquí, pero no ha salido por los demás sitios. Se ha callado esto y es algo que llevan haciendo desde hace años. También hay una complicidad. Hay algo que no sabemos, algo que nos tendrá que explicar Grande-Marlaska. Como tendrá que explicar lo de los 100 muertos de Melilla, nos tendrá que explicar esos nueve muertos del Bidasoa. Hasta aparecieron pintadas que decían ‘Macron asesino’. Macron tiene nueve muertos aquí en Bidasoa”, zanja.
El cine es una gran herramienta que siempre hemos tenido desde que Bertolucci dijera que él filmaba ‘Novecento’ como si tuviera un arma
FERMIN MUGURUZA — Director de cine
Fermín Muguruza se define como “pesimista pero activo”, aunque sigue creyendo en que “el cine puede conseguir cosas”. “Por eso estamos aquí. El cine es una gran herramienta. De hecho, el cine activista, como es en este caso esta película de denuncia, de guerrilla, de combate, es una de las grandes herramientas que tenemos y que siempre hemos tenido desde que Bertolucci dijera que él filmaba Novecento como si tuviera un arma, hasta el cine actual. Ahora que hemos visto aquí la última película de Aki Kaurismaki, pues la anterior, Le Havre, nos enseñaba la humanidad de la inmigración, y ese es un poco el objetivo que tenemos también con esta película”, asegura.
En lo político se describe igual: “Pesimista pero activo. Por eso, yo que apoyé a Bildu, también apoyo que no salga la derecha. Sabemos lo que acaban de hacer a nivel cultural nada más entrar en Asturias, que ha sido cancelar los conciertos de los grupos que cantan en asturiano y eso es demencial, como estamos viendo también en País Valencià lo que está ocurriendo. Entonces, vamos a ser pesimistas pero activos. No vamos a permitir que esos lleguen al Gobierno y vamos a ser todo lo crítico que podamos precisamente con el nuevo Gobierno que salga”. Un activismo para conseguir el lema de Pío Baroja: “Un pueblo sin moscas, sin frailes y sin carabineros”.
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