Que un proyecto cultural dure más de catorce años da a entender el nivel de caudal creativo con el que fluye. Es el caso de “Black is Beltza” y de su autor y principal motor: Fermín Muguruza. Tras unos años bregándose como director de documentales musicales, el músico vasco dio un paso más allá en el 2014, cuando con Harkaitz Cano y Dr. Alderete, alumbran el cómic que ponía viñetas a un proyecto donde nos presentan a Manex, una suerte de Corto Maltés del siglo XX que nos lleva por los agitados años ´60 del siglo pasado. Así a modo de road comic comenzó a crecer esta idea que germinó en varias direcciones: la músical de la que partía, la gráfica que devino en un gran tebeo y finalmente en 2018, en la fresca película de animación que supuso un soplo de aire fresco.
Black is Beltza era y es un conglomerado transmedia de creatividad. De vasos comunicantes entre diferentes medios de expresión trabajando en la misma dirección. La de presentar un mundo convulso de una forma poliédrica, compleja y rica en matices. Así fue aquel cómic, la película en que se materializó y la música con la que dotaron Fermin Muguruza y Raül Refree de contexto sonoro y coherencia al proyecto. Sin duda, en “Black is Beltza” se advertía un excelente trabajo conceptual que daba muchas posibilidades.
Posibilidades que Muguruza ha seguido explorando en esta continuación “Ainhoa: Black is Beltza II”, película que estrenó el pasado 2022 y en la que junto a Harkaitz Cano e Isa Campo hilvanaron un relato que nos lleva desde Pamplona y Euskadi hasta Cuba y Afganistán en los años ´80 y ´90. Bajo la dirección de animación de Imanol Zinkuneg y con música original de Maite Arroitajauregi “Musergo” tomaba forma esta secuela, protagonizada por la hija de Manex: Ainhoa. Un filme que sigue los parámetros de su predecesor, trasladándolos al final del siglo XX para ofrecer una relato que supone un sólido paso más en este proyecto transmedia. De vocación poliédrica y con mirada global, como la música que transpiran sus imágenes. Complejo, rico y plagado de matices, como es el mundo que nos rodea.
Por supuesto, en este siguiente paso, la película no nacía sola. Una estupenda banda sonora veía la luz, sirviendo tanto como documento sonoro como de rica contextualización a lo que nos espera en el filme. No solo eso. También el noveno arte tiene su papel aquí, y así nació, de la mano de Reservoir Books el cómic que nos ocupa hoy: “Black is Beltza: Ainhoa”, un tebeo en el que Susanna Martín traslada a las viñetas el relato de Fermín Muguruza, Harkaitz Cano e Isa Campo.
Como un tronco del que nacen varias ramificaciones. Así se ha de entender “Ainhoa”, donde la película supone el motor argumental y conceptual, y el cómic como una sólida rama con personalidad propia. La que dota Susanna Martín ( “Residencia de estudiantes”, “La paradoja de Fermi” o “Annemarie”), que singulariza el tebeo, dándole una identidad gráfica propia, en el justo equilibrio que comparte la identidad gráfica conceptual del proyecto global, pero que mantiene su esencia personal.
Eso es lo que transpiran las páginas de este cómic. Una forma de acercarse al mismo relato, el de la película, que va más allá de la adaptación y le dota de esencia personal. Por la fluidez de sus páginas y un trazo que tiene justificación propia al plasmarse. Esa es la sensación que dejan las 128 páginas que conforman “Black is Beltza: Ainhoa”, editado en formato tapa blanda por Reservoir Books. Unas páginas que nos llevan por Cuba, Pamplona, Afganistan y Marsella. Que suenan a músicas pegadas a la calle. Las que se desarrollan en confluencia de varios afluentes para germinar en algo vivo. Al igual que el arte de Susanna Martín que ilustra la aventura de Ainhoa con certero trazo y que consigue que este cómic se convierta, por mérito propio, en otra de las luces que brillan en este torrente creativo que es todo lo que engloba “Black is Beltza”.