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Black is Beltza II: Ainhoa -o, simplemente, Black Is Beltza 2– se ambienta a finales de los años 80 para seguir los pasos de una joven cubana, Ainhoa. Además de una madre caribeña, Ainhoa tiene un padre vasco (Manex, el protagonista de la primera película). Para conocer la padre patria y descubrir sus orígenes, Ainhoa viaja al País Vasco, con la intención de también ir a Beirut para visitar a su «madrastra». En el viaje la acompañará una periodista del diario Egin, que contrata a Ainhoa como fotógrafa y juntasa acabarán en Afganistán o Marsella.
Esta es la segunda parte de la historia de compromiso político y dibujos que ha creado el músico Fermín Muguruza, leyenda del rock vasco de los años 80 y 90. Las referencias culturales y políticas de Muguruza lo son todo en el universo beltza: si en la primera película, ambientada en los 60, se tocaba la lucha por los derechos civiles y la escena cultural en Estados Unidos, los aires revolucionarios cubanos en plena Guerra Fría o la oposición al franquismo, en Black is Beltza 2 se trata de frente la situación de la izquierda abertzale en los años de plomo, los movimientos populares en Oriente Medio o la guerra sucia con el narcotráfico ante el inminente colapso de la Unión Soviética.
Muguruza se mete de lleno en «terreno conocido» (aparece él mismo y su mítico grupo Kortatu) para esta modesta película de animación, rabiosa y militante, que recupera la ambivalente visión del mundo para intentar reordenarnos las prioridades. Aunque muy limitada en sus posibilidades y demasiado dependiente del cómic original, Black Is Belza 2 es exactamente lo que se le suele pedir a una secuela: más y mejor de lo que se vio en la primera. Una ración extra de convicción para los ya convencidos que, por el camino, consigue mejorar la original a lomos de una protagonista con carisma.
Black Is Beltza II: Ainhoa es una película de espías internacionales y nacotraficantes, donde se denuncia la guerra sucia de Estados Unidos y la CIA a la hora de desestabilizar países arabes estratégicos en los últimos coletazos de su enfrentamiento directo con la URSS. Como ya hizo en la primera parte, Fermín Muguruza aprovecha el viaje semiperiodístico de Ainhoa para reconstruir el crisol de luchas políticas que fueron faros para toda una generación, desde los sandinistas en Nicaragua hasta los orígenes de la resistencia de las mujeres kurdas.
Cualquiera que conozca la música y/o las ideas de Fermín Muguruza podrá acercarse a esta película y ver el reflejo exacto de su visión del mundo. Es precisamente en los temas que él vivió de primera mano, la situación del País Vasco en los años 80, donde la película hila más fino: el impacto interesado de la heroína, la escena rock (lo que se mal llamó «rock radical vasco») o las grietas dentro de la izquierda abertzale a la hora de posicionarse ante la violencia de ETA son algunos de los puntos donde la película crece en complejidad e incomodidad, acabando con una directa denuncia de lo sucedido con los medios de comunicación secuestrados en el País Vasco por su supuesta vinculación a ETA.
Black Is Beltza II: Ainhoa intenta compensar con todo ese imaginario cultural e ideológico sus evidentes limitaciones como meritoria película de animación de resistencia. A ratos inspiradora y a ratos redundante, el todo está claramente lastrado por un lenguaje demasiado deudor de su referente original en viñetas, tanto a nivel narrativo -las clases de política hablada funcionan mal en audiovisual- como técnico. Pensada como un thriller, la película se resiente de no poder aumentar el ritmo y de su escasa fluidez en los frames. Aún así, la calidad artística está ahí: su mimo en los dibujos y sus pensados motivos visuales son más maduros y claros que los de su predecesora.
Pero donde Black Is Beltza 2 se hace claramente fuerte es a través de su protagonista, una mujer joven a la que el guion da espesura y personalidad. Es más que posible que la participación de una guionista de primerísimo nivel como Isa Campo haya elevado e hilvanado una historia compleja que explota cuando se deja llevar más por sus personajes y los giros de la historia y menos por sus referentes.
Violenta y directa y tremendamente honesta consigo misma, la segunda pieza del beltza cinematic universe es un paso hacia delante para sus creadores. Muguruza, siempre entregado a la causa, da personalidad a una película que tapa sus evidentes carencias a base de energía. Así es como plantea la hipótesis de que un acercamiento a los conflictos de entonces pueda ser una herramienta para acometer los de ahora.
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