El 20 de junio de 1984 publicó la maqueta de su primera banda Kortatu, en Irun. Desde entonces han pasado cuarenta años; cuarenta años haciendo danzar la cara B del mundo, cuarenta años en la línea del frente.
En estas cuatro décadas, ha metabolizado el punk, rock, reggae, dub, hip-hop, soul, drum & bass, funk y cualquier estilo musical que haya encontrado a su paso, poniendo a cantar, gritar y patear a varias generaciones. Ha hecho bailar palabras aparentemente incantables como «fascismo», «hipocresía» o «maldito burgués» e invitado a Bertolt Brecht, Mikel Laboa, Angela Davis, Rosie Pérez, Malcolm X y Sarri a esa coreografía particularísima suya. Porque no estamos solos ni queremos estarlo, Fermin Muguruza ha provocado las conexiones más alocadas aquí y allá, y de la misma manera que toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz, ha demostrado una y otra vez que todos los pueblos del mundo caben en este rinconcito nuestro. Así, cuando gritamos «¡viva el pueblo!», no sabemos exactamente a qué pueblo nos referimos, y en ese desconocimiento radica, real y profundamente, el meollo de todo esto.
Para cuando Nike lanzó el lema «Just do it», nosotros ya habíamos aprendido que existía el «Do it yourself» gracias a Esan Ozenki. Porque Fermin Muguruza no es sólo qué, también es cómo: nos ha enseñado cómo se pueden hacer las cosas, cómo proteger nuestra independencia, cómo mantener la coherencia y no alejarnos de lo que quisiéramos ser en estos tiempos humeantes.
Fermin Muguruza es una fuerza extraña de la naturaleza que te arrastrará aunque no quieras. Por eso se han vendido en apenas unos minutos miles y miles de entradas para los dos conciertos que celebrará en diciembre. Y el próximo año volverá a dar la vuelta al mundo en una gira internacional.
Que nadie piense que es nostalgia: se presagian conciertos cuánticos, en los que confluirán en un mismo espacio yoes de diferentes épocas, donde se destruirá la dictadura de la cronología lineal, donde se desintegrará el espacio entre lo que fuimos, lo que somos y lo que aún podemos ser, donde lo bueno y lo malo se fundirán, donde, a fin de cuentas, se celebrará el caos que es la vida.
Eider Rodriguez