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Día histórico el que vivió el público que presenció el concierto de Fermin Muguruza FM en Plateruena Musika Aterpea el pasado jueves y de apoyo al festival 40 Minutu Rock. Fue un bolo a 27,50 euros para el recuerdo porque como ya barruntábamos antes del concierto en corros, cabía la posibilidad de que el guipuzcoano interpretara por primera vez en Euskal Herria la canción Sarri, Sarri ante el literato Joseba Sarrionandia (Iurreta, 1958) afincado en Durango en 2021 tras su exilio en La Habana, Cuba. Pocos meses después, conoció con el propio músico el bar Eskina Mosku, en Irun, en el que Kortatu (Tipula Beltza) grabó el vídeo de la célebre versión de Chatty, Chatty, original de Toots & The Maytals, y de letra de los hermanos Lourdes y Josu Landa -este encarcelado por aquellos hechos- y, sin olvidar, la aportación del músico Ruper Ordorika en la factura de la misma.
El momento fue apoteósico entre las 700 – 800 personas congregadas en Plateruena. Los primeros compases del temazo dedicado al poeta sonaron tan potentes como cristalinos de la mano del mítico técnico Angel Katarain. Joseba Sarrionandia Uribelarrea había pasado de compartir camerinos en la sala municipal a que la organización le acompañara al primer piso, desde donde presenció el concierto. El iurretarra sonrió, levantó su brazo izquierdo, y Muguruza pidió al público que le demostrara que es cierto que siempre se monta un “pifostio” –sic- cuando retumba este clásico jamaiquino compuesto en 1980 y que Kortatu coverizó solo un lustro más tarde. Es decir, este año se cumplen 40 años de esa versión, mismo calendario en el que el etakide se fugó junto a Iñaki Pikabea Piti del Centro Penitenciario Gipuzkoa o prisión de Martutene, escondidos en los bafles del músico Imanol, que había tocado aquel –curiosamente- día de San Fermín en la cárcel donostiarra.
El pasado año, Muguruza pudo interpretar este tema en el mismo patio de la prisión en la que cantó Imanol cuarenta años antes. Y a estos apuntes, sumar el dato surrealista de que hasta miembros de la Guardia Civil han bailado Sarri, Sarri en un vídeo que circula por las redes. Ese momento del jueves, como el circo de la afamada novela del escritor, fue “colosal”. Extraordinaria, asimismo, la calidad de los músicos, un total de nueve arropando a un Fermin que ha ido modulando su voz durante su carrera.
La noche comenzó con una sabrosa pinchada del enérgico colectivo de Durangaldea KSKA, Kaleko Soinuak Kaleak Astintzen (al que dedicaremos otra inminente noticia en MUGA). A continuación, arrancó Muguruza contenido en comunicación no verbal en canciones como Maputxe, Urrun o Hay algo aquí que va mal, exitazo de The Specials. Transmitió de tal modo hasta que, sensible, recordó con emoción al magnífico músico y mejor persona Iñigo Muguruza –a quién no olvidaré en un concierto que compartimos cartel en fiestas de Markina-Xemein-, hermano de Fermin y de Jabier Muguruza, fallecido en 2019. Sonó por él, su: Bizitza ze laburra den.
A partir de ahí, el Comandante comenzó a disfrutar la fiesta que desde el primer compás lo fue. A sus 61 años -el 20 de abril hará 62- sabe cómo dosificar las fuerzas, gastar las energías suficientes para un exigente setlist trufado de los himnos de su ya extensa trayectoria musical y de compromiso social y político. Ya solo por eso, como escuché a una chica a mi lado, “había que venir sí o sí. Aunque no te guste. Lo de hoy es una oportunidad única”.
Y la de rastas tenía razón. Poder ver a Fermín en su gira de 40 años de bagaje con todo un bandón de primer orden en un espacio de formato medio, sin matones ni foso debajo, es de puro privilegio. Los coros fueron una delicia: nos engañaban a los tímpanos al parecer escuchar a las I Threes, pero también puro blues, soul, disco: esencia negra. La parte rítmica sin fisuras. Los vientos ensamblaron dinámicos. Y el león asmático, por su parte, convenció como referente pionero en Euskal Herria de músicas americanas, el rap o dancehall, ragamuffin (jaia) y llegó a sonar, aunque parezca imposible, industrial durante unos minutos. No cayeron: Mierda de ciudad ni Bi doberman beltz o (si no me falla la memoria) Errespetua. Pero hubo una vez más: raíces, (rock), rap y reggae.
No faltaron, asimismo, recuerdos solidarios internacionalistas antifascistas hacia Palestina, Kurdistan, o –con dos bailarinas en dos temas- al Congo, así como apoyo firme a la organización de 40 Minutu Rock y, por ende, al colectivo vasco preso, huido y deportado.
Quizás el músico euskaldun vivo más conocido fuera de las fronteras, Fermin Muguruza, tiene el don de contar con un público muy comprometido (militante) hacia su persona, hacia su figura, a pesar de este ofertar un género musical que -caigan en la cuenta- es minoritario en Hegoaldea. Me pregunto cuántas de las alrededor de 800 personas que vimos este bolo hemos acudido a otro concierto de ska, reggae y fusiones en 2024. Por tanto, el de Irun es más que música.
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