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En 2017 hicimos el disco con The Suicide of Western Culture y al año siguiente cinco conciertos, y ya. En realidad, mi última gira se remonta 2013. Pero cuando estaba pensando en hacer algún concierto murió Íñigo [Muguruza, su hermano], y luego vino la pandemia. He estado intentando convencerme a mí mismo de hacer al menos un concierto para celebrar que llevaba 40 años en esta farándula. Lo siguiente ya fue agotar en un minuto las 8.000 entradas del concierto de Bilbao, y poner una segunda fecha y lo mismo. Ahí ya me puse como objetivo que la gente supiera que en 2025 haría una gira.
Es una canción de hace 40 años que ahora se utiliza para sacar rédito político. A principios de 2024 sufrí una serie de ataques descabellados: por un mural que me hicieron en el Bellreguard, en el País Valencià, denunciaron a la directora y a cinco personas por enaltecimiento del terrorismo. Salió una sentencia favorable. Entonces, a la actriz Itziar Ituño, que había sufrido un linchamiento mediático por manifestarse a favor de los presos políticos, le dan un premio en Mollerussa y se pone a cantar ‘Sarri, Sarri’. Imagínate hasta dónde llega el desquicie de esta gente, que ‘La Voz de Galicia’ publica que Ituño canta «el himno etarra». ¿Himno etarra? Luego salen los del Athletic a cantarla con la gente, y sufren la ira de la extrema derecha. Se me está volviendo a condenar, a tratar como un apestado, y que nadie pueda hacerme un homenaje, ni cantar conmigo. Hoy, 40 años después, los dos presos que se fugaron están en la calle, libres, y esta canción no tiene ningún tipo de denuncia legal.
Es una canción que se toca en todos los pueblos. La derecha, aliada con la ultraderecha, tiene bien medido cómo atacar y poner nerviosa a cierta gente para que reaccione de una manera afín a lo que defienden, y lo han conseguido con el Gobierno vasco.
En el País Valencià no puedo actuar en sitios municipales, y en privados serían más pequeños y no se ha dado. Porque la gente tiene miedo a organizar un concierto mío, sabe que sufrirá una persecución, una presión, y prefiere no arriesgarse. Ha pasado allí y en Andalucía. Hemos cerrado el concierto en Extremadura y estoy feliz. En Santiago actuaré porque está el BNG. Es una constante en mi vida, pero a la vez me da fuerza. En este país sigue habiendo alguien que, por cantar, está preso: Pablo Hasél.
De pequeño escuchaba clandestinamente a Mikel Laboa y los cantautores en euskera. Aprendí acordeón, luego descubrí los discos de punk en las tiendas de Hendaya y Bayona, y la canción ‘Punky reggae party’, de Bob Marley. Los jamaicanos de Londres, como Linton Kwesi Johnson, tenían otra actitud, nada que ver con el ‘rastafarismo’, sino con la lucha de clases, y eso es lo que nos motivaba. El ska de Specials y Selecter y The Beat: esa conexión de blancos y negros en un escenario. La revolución que supuso el sello 2 Tone y el movimiento del rock contra el fascismo. Y el gran descubrimiento fue ver a The Clash en 1981, presentando ‘Sandinista!’’ Dos meses después de un intento de golpe de estado, fue un gran revulsivo.
Hay momentos en que la Historia cambia, y después el devenir de ese cambio puede ser de una manera o de otra, pero tenemos que defender esos cambios. La revolución mexicana de 1910, la soviética en 1917… La sandinista de 1979 nos cambió a nosotros, con 16 años, el año de ‘London calling’, de The Clash. Fue una de las revoluciones más entrañables que pueda haber. Es algo que tenemos que reivindicar. El imperialismo de Estados Unidos se cebo con aquello, armando a la Contra, y luego la gente votó simplemente para no continuar la guerra.
« Al fascismo se le discute barrio a barrio. Sacando conceptos como ‘fachapobres’ no vas a conseguir más que rechazo »
Hay aquella idea de que al fascismo no se le discute, se le combate, pero eso es si estamos en la Segunda Guerra Mundial. Ahora al fascismo se le discute barrio a barrio, porque nuestra herramienta es la convicción. Tiene que haber una revisión radical. Sacando conceptos como ‘facha-pobres’ no vas a conseguir más que rechazo. Sí, falta autocrítica y se ha pecado de soberbia y de superioridad moral, de sentirnos por encima de eso.
Evito decir que esta es mi gira de despedida, no me gusta, porque es probable que más conciertos haga, y seguiré componiendo música. Pero de grandes espacios, sí que lo es, y de despedida de repertorio, también, porque van a sonar canciones que no creo que vuelva a cantar.
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