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EL PAÍS conversa con el excantante de Kortatu y Negu Gorriak sobre el día que conoció al subcomandante Marcos, su fascinación por Juan Rulfo y el realismo mágico o sus recorridos a través de las comunidades que resisten “en la periferia”
Es abril de 1996 y Fermín Muguruza se aloja en un hotel del Distrito Federal. Su grupo, Negu Gorriak, nacido de las cenizas de Kortatu, la banda vasca que puso la voz a la primera línea del frente de la música insumisa, está realizando una pequeña gira que lo ha llevado a Los Ángeles y Tijuana. Algo va mal y el concierto en la capital mexicana se cancela. Mientras descansa en la habitación, alguien llama a la puerta. Le entrega una carta. Es una invitación para viajar a Chiapas y conocer al subcomandante Marcos, el rostro encap… seguir leyendo la noticia